lunes, 17 de octubre de 2016

VOYAGE OF THE BEAGLE

The second of a series of short, simple and easy to understand documentaries about evolution.
Discover how Darwin's curiosity, his passion for natural history, his voyage on the Beagle, and his use of the scientific process led to the publication of his groundbreaking book.

DEL FIJISMO AL EVOLUCIONISMO EN MENOS DE 100 AÑOS




Las especies no cambian. Nadie ha visto que de un animal nazca otro de distinta especie. Los perros siempre engendran perros, y de las semillas de manzana siempre germinan manzanos. Por otro lado, los grabados más antiguos de nuestros antepasados (por ejemplo, los de los antiguos egipcios, con más de 5000 años) muestran animales y plantas idénticos a los actuales.

Las anteriores palabras podrían haber sido pronunciadas por un científico fijista, como lo eran todos hasta fines del siglo XVIII. El fijismo (los seres vivos no cambian) se basa en el sentido común, por lo que es difícil desmontarlo. Además, la aparente inmutabilidad de las especies se complementaba muy bien con la idea de un planeta muy joven, de solo unos 6000 años de edad, que parecía desprenderse de la interpretación literal de la Biblia.

A fines del siglo XVIII ya se habían descubierto muchísimos fósiles, y algunos sugerían la existencia en el pasado de organismos muy distintos a los actuales. Algunos de estos fósiles correspondían claramente a animales marinos, pero se encontraban en lo alto de montañas y en regiones muy alejadas del mar. Todo ello podría interpretarse como una prueba de que las especies animales y vegetales cambian con el tiempo, es decir, evolucionan. Sin embargo, no fue así. Desde su mentalidad fijista y creacionista, los científicos de la época buscaron explicaciones que no chocaran con sus ideas. Por ejemplo, el gran paleontólogo francés Cuvier imaginó la historia de la Tierra y de la vida como una sucesión de catástrofes y creaciones sucesivas. En cada catástrofe, asociada a un diluvio, se extinguía toda la fauna. A continuación, Dios creaba una nueva fauna formada por especies nuevas. Cualquier hipótesis era preferible antes que admitir cambios evolutivos.

Sin embargo, desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, en diferentes países europeos surgieron muchos sabios y científicos que, con más o menos claridad y rigor, empezaron a cuestionarse el fijismo y a proponer la existencia de cambios temporales en los seres vivos. En Francia (Buffon, Lamarck, Saint-Hilaire), Alemania (Humboldt, Von Baer) o Gran Bretaña (Erasmus Darwin, Hutton, Charles Darwin, Wallace), son muchos quienes empiezan a imaginar una Tierra y una vida en continuo cambio desde tiempos que cada vez parecen más remotos. ¿Por qué surge esta corriente de pensamiento de manera aparentemente tan repentina y en tantos países?

En la época a la que nos referimos, los imperios coloniales europeos están en pleno desarrollo. A los que anteriormente existía (portugués, español, holandés), hay que sumar la acelerada expansión colonial de Gran Bretaña y Francia. Las grandes potencias coloniales, interesadas en engrandecer sus respectivos imperios, financian expediciones científicas de largo alcance: Cook, Malaspina, Bouganville, etc. Los objetivos de estas expediciones eran diversos, aunque siempre dentro del interés colonial: encontrar nuevos recursos que explotar, elaborar mapas de los dominios más remotos, hallar vías de comunicación seguras, etc.

Uno de los resultados de estas expediciones fue el hallazgo de una sorprendente y enorme biodiversidad. Los barcos regresaban cargados con cientos y cientos de plantas y animales nunca vistos en Europa hasta el momento. Muchas de estas especies mostraban a adaptaciones a climas y ambientes muy distintos de los europeos, pero, al mismo tiempo, guardaban importantes similitudes con la fauna y flora propias de las metrópolis. Todo ello podía, ciertamente, interpretarse como el resultado de una complicadísima creación divina. Sin embargo, también cabía otra posibilidad: suponer que las especies se habían hecho más diversas conforme tenían que adaptarse a cambios ambientales o colonizar nuevos territorios, es decir, suponer que los seres vivos cambian.

Mientras todo esto sucedía, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, la historia europea da un vuelco y parece sufrir una vertiginosa aceleración. Acontece la Revolución Industrial. En unos decenios se suceden desarrollos tecnológicos que cambiarán rápidamente la faz de la Tierra, las costumbres y los estilos de vida: la máquina de vapor, el barco de vapor, el ferrocarril, la fotografía, el telégrafo, … En los planos político, económico y social, los cambios son igualmente gigantescos. Se suceden las revoluciones, nuevos regímenes políticos, repúblicas y monarquías constitucionales, migraciones masivas del campo a la ciudad, grandes concentraciones industriales, etc. Aparece una nueva clase social – el proletariado industrial – y un nuevo sistema económico – el capitalismo – toma las riendas del mundo. El viejo mundo se tambalea y cae rápidamente. La idea de cambio penetra todos los ámbitos de la vida.

No es extraño, pues, que en este momento de la historia europea muchos científicos, de manera independiente, se atrevan a aplicar la idea de cambio a la naturaleza. Los fósiles, la diversidad de plantas y animales a lo largo de los continentes, las semejanzas anatómicas entre organismos separados por océanos y viviendo en climas tan distintos, …. Todo ello comienza a ser examinado desde un punto de vista más dinámico, que acepta la posibilidad de que la Tierra y la vida que esta alberga, cambien progresivamente. En consecuencia, cuando Darwin publica, en 1859, El Origen de las Especies, la aceptación de sus tesis centrales será solo cuestión de unos pocos decenios.

HISTORIA DE LAS IDEAS EVOLUCIONISTAS / HISTORY OF THE EVOLUTIONARY IDEAS.

Lamarck, Humboldt, Darwin, Wallace,… ¿casualidad o causalidad?
Hasta los siglos XVI – XVII priman en Europa cosmovisiones antropocéntricas, que colocan a nuestra especie (más aún, al hombre europeo y cristiano) en el centro del Universo, que estaría completamente subordinado a él. Esta visión del mundo fue desmontada por los avances de la ciencia, y lo fue en dos períodos diferenciados:
1º En los siglos XVI y XVII, la revolución científico-tecnológica llevó a la sustitución del modelo geocéntrico del universo por el heliocéntrico. A partir de este momento, la Tierra es vista como uno entre los muchos objetos que giran en la inmensidad del Universo, siguiendo las mismas leyes físicas (gravedad) que rigen a todos los cuerpos celestes. Se acabó la singularidad de nuestro planeta.
2º En el final del siglo XVIII y a lo largo del XIX, las ideas fijistas sobre la Tierra y la vida, que consideraban a ambas inmutables, ceden el paso a las evolucionistas. El planeta y los organismos que lo pueblan cambian a lo largo del tiempo, siguiendo leyes (selección natural, actualismo geológico) que pueden ser desentrañadas por la ciencia. La especie humana no es una excepción: tuvo un origen biológico a partir de otras especies animales. Se acabó la singularidad del ser humano.
Los avances científicos son resultado de una aventura colectiva protagonizada por personas, muchas de ellas anónimas. No obstante, es importante conocer los nombres y hazañas intelectuales de algunos de estos científicos que han pasado a la posteridad. Si la revolución científica de los siglos XVI y XVII popularizó los nombres de Copérnico, Kepler, Galileo y Newton – entre otros muchos – el evolucionismo posterior debe mucho de su empuje a Hutton, Lyell, Lamarck, Darwin y Wallace.
Si nos centramos en la Evolución, su importancia no se reduce solamente a la historia de las ideas. Todas las ciencias experimentales se articulan en torno a una o dos grandes teorías (algunos filósofos de la ciencia las llamarían paradigmas) que ocupan un lugar central en la disciplina. Estas teorías no están construidas de una sola pieza y para siempre, sino que se enriquecen continuamente en detalles y refinamientos. Cada una de ellas explica, directamente o a través de sus derivaciones, la mayor parte de los fenómenos naturales que estudia esta disciplina. Pues bien, la Evolución ocupa desde hace bastantes decenios ese lugar central en la Biología y ciencias relacionadas. No se podrían entender los desarrollos actuales de disciplinas aparentemente tan alejadas como la Inmunología, la Neurología o la Ecología sin recurrir a la Evolución.
 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons